domingo, 8 de noviembre de 2009

De ilegalidades en los Archivos y CHF



Uno se mira al espejo cada mañana ¿Y qué es lo que ve? ¿Qué es lo que nos gustaría ver? ¿Qué hacemos, por ver lo que deseamos ver?

Nos hemos acostumbrado a la inmediatez. Pasamos del "Lo quiero" a "Lo tengo" con tanta rapidez que no nos damos cuenta de las formas que utilizamos para conseguir las cosas. No nos paramos a pensar en los métodos que utilizamos para lograrlas. A veces, no nos damos cuenta de que usamos métodos ilegales para conseguirlas. Y otras veces sí nos damos cuenta, pero "pasamos de ello". Después de todo, no hemos matado a nadie, ¿no?

Confieso que por la autopista he ido a más de 120 Kmh/h. Y también os digo que me han multado por ello. Mi reacción siempre ha sido la misma. ¡Me han pillado! Pago la multa y se acabó.

Me hace gracia ver a esos que, saltandose las normas y son pillados, su primera reacción es la pataleta. Buscan excusas para librarse del castigo. Se escudan en la mayoría, para justificar sus actos. "Todo el mundo lo hace ..." dicen. "Un dia, un guardia no me puso la multa". Pataletas, al fin y a la postre. No somos lo suficientemente honestos como para reconocer nuestros errores.

En los archivos pasa lo mismo. Hay unas normas y hay que cumplirlas. Que unos archivos sean más estrictos que otros, no lo niego. Que los Archivos Diocesanos no siguen la misma política, ya lo sé. Solo sé que las normas están para cumplirlas, las conozcamos o no. Y normamente, cuando las normas no se cumplen, los perjudicados somos todos. Porque las normas se endurecen y lo hacen para todos. Porque, como siempre, pagan justos por pecadores. Al final, lo pagamos todos.

Si alguien quiere ser un delincuente, me parece correcto. Pero que no se queje de la existencia de policias, que no le dejen hacer "su tarea". Si alguien juega a ser pirata, se arriesga a terminar de mala manera. Nunca seré un palmero de ningún delincuente, grande o pequeño. Nunca aplaudiré un delito, sea único o masivo. Y nunca callaré ante los que insultando, pretenden mandarme callar.

Si el delincuente me parece un impresentable, los que aplauden el delito y se ponen de su parte me parecen aun más patéticos. Ya en la antigua Roma se debatía este asunto, llegando a la conclusion siguiente: "Si consientes los vicios de tu amigo, los haces tuyos". A mis amigos y a los que me rodean, les digo las verdades, aunque duelan. Porque un amigo no se gana adulando hasta sus fallos. No seré yo, de esos.

Yo prefiero mirarme al espejo por la mañana y no tener que bajar la vista, porque no me gusta lo que veo.